Neurociencia y adicción
La bisnieta de Trotski que lucha contra las adicciones en EEUU: "La adicción es como conducir un coche sin frenos"
Hace más de 20 años que Nora Volkow dirige el Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas de EEUU. Pionera en la investigación, su trabajo ha sido clave para demostrar que la adicción a las drogas es una enfermedad, lo que ha convertido a esta mexicana que siempre ha tenido muy presente su historia familiar en referente internacional
La vida de Nora Volkow (México, 1956) da para el argumento de una película. Bisnieta de Trotski, creció en la casa en la que el revolucionario fue asesinado por Ramón Mercader por orden de Stalin. Por el edificio, hoy convertido en un museo, pasaban a diario personas interesadas en el político, una figura "siempre muy presente" en la vida de Volkow y sus hermanas, también marcadas por la biografía de su madre, española en el exilio por la Guerra Civil. Otra trágica historia, la del alcoholismo de su tío favorito, fue la que le hizo decantarse por la psiquiatría y el estudio de las adicciones, un campo en el que ha llegado a convertirse en referente. Su trabajo ha sido fundamental para demostrar que la adicción a las drogas es una enfermedad y que sus efectos pueden hallarse en el cerebro. Desde 2003, dirige el Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas de EEUU (NIDA).
Entrevista con Nora Volkow
Usted fue pionera en el uso de técnicas de imagen que demuestran los daños que las drogas causan en el cerebro. ¿Por qué la enfermedad sigue rodeada de estigma y asociada a una falta de voluntad?
Esto sucede por cómo funciona nuestro cerebro. Las personas conocemos el mundo a través de nuestras experiencias. Cuando vemos a una persona que consume drogas de forma compulsiva reflejamos ese comportamiento en nosotros mismos. Reflejamos la capacidad que nosotros tenemos para controlar lo que hacemos en las otras personas. Y si tú tienes la capacidad de tomarte un vaso de vino y parar no entiendes por qué otras personas no hacen lo mismo. No piensas que los centros de control están alterados en las personas con adicciones. Y además hay también una cuestión moralista detrás. Nuestra interpretación más sencilla es que las personas con una adicción a las drogas están buscando el placer. Sin embargo, la realidad es que no lo hacen por placer, sino por escapar de un gran malestar. Al principio, el uso de la droga es placentero, pero con el tiempo no hay euforia, sino que lo que se busca es aliviar el malestar. La persona trata de huir de ese estado tan aversivo y por eso busca la droga, no por placer. Pero vemos el mundo a través de nuestros ojos y para muchos es muy difícil entender una pérdida de control si nunca la han experimentado.
Cuando habla, Volkow se detiene a menudo buscando la palabra más precisa, la forma más certera de explicar los efectos que las drogas producen en el cerebro, una cascada de secuelas que alteran desde los circuitos de recompensa, que modulan nuestra motivación; a la corteza prefrontal, el área del cerebro que dirige nuestra capacidad de pensar, resolver problemas, tomar decisiones o controlar los propios impulsos.
"La adicción es como conducir un coche sin frenos. No importa cuánto intentes parar, no podrás hacerlo», subraya Volkow.
En nuestro cerebro, explica, los centros de autorregulación, que están alterados en los adictos, actúan básicamente como los frenos y el volante de un coche, dirigiendo nuestra conducta y permitiéndonos tomar decisiones no impulsivas en función de lo que pasa a nuestro alrededor. "Si imaginas lo que sería conducir sin frenos ni volante puedes entender mejor las consecuencias tan dañinas que tienen las drogas para una persona adicta", señala Volkow.
La crisis del fentanilo
La especialista sigue de cerca la grave crisis que vive EEUU con drogas como el fentanilo, una verdadera epidemia que pone en jaque a la salud pública del país. En 2021, más de 106.000 personas murieron en EEUU por sobredosis y las cifras continúan al alza. "Es un problema enorme", reconoce Volkow, que subraya que el hecho de que el fentanilo sea una droga tan potente y tan rentable para los traficantes es "lo que está dando oxígeno" a un fuego cada vez más extendido.
"Hacen falta varias cosas para acabar con la crisis", subraya la especialista. Y añade: "Una fundamental tiene que ver con los incentivos que a día de hoy tienen los traficantes. El fentanilo genera a estas personas unos réditos que son 50 veces más grandes que los que produce traficar con sustancias como la heroína". Más de 50 veces, repite Volkow, que cree que una estrategia crucial para frenar la escalada pasa por regular los precursores de la droga. "Para sintetizarla se requieren una compuestos, que se deberían controlar". Porque al hacerlo se rompería la facilidad con la que llega al mercado norteamericano.
"Ahora mismo, es una droga muy fácil de sintetizar y de distribuir. Al ser tan potente, con volúmenes muy pequeños se pueden producir muchísimas dosis que, además, con la globalización y las redes sociales, encuentran nuevas formas de entrada y de movilidad. La droga llega muy rápidamente de un lugar a otro", lamenta.
La especialista también echa en falta que se implante un sistema de monitorización y acceso a datos similar al que se puso en marcha con el Covid, una plataforma que permita seguir los pasos del fentanilo a tiempo real. "La información que tenemos, por ejemplo, de sobredosis y de muertes a través de la geografía de los EEUU nos llega aproximadamente con seis meses de retraso. Es crucial que tengamos información al día porque si puedes ver los focos donde se producen picos de sobredosis sabes que ahí ha entrado una droga que es muy potente y peligrosa y que hay que intervenir. Y también al tener información más al día puedes saber si las intervenciones preventivas que estás llevando a cabo tienen los efectos que esperabas".
La prevención y la educación son, para Volkow, dos patas fundamentales para acabar con el problema. "No solo para hacerle ver a la gente que esta droga es muy peligrosa, sino para darles alternativas. Para resolver finalmente toda la crisis de las adicciones y las sobredosis tenemos que preguntarnos por qué. Y esto tiene que ver con la soledad, con la pérdida del centro, de ser parte de algo, de tener una misión y alternativas en la vida. Para abordar el problema de la vulnerabilidad, hay que darles a estas personas resiliencia y ambientes donde no necesiten un escape a través de las drogas porque sus realidades no requieran tener que escapar de nada".
No todos somos igual de vulnerables a la adicción, subraya la psiquiatra. Hay personas con una mayor predisposición a caer en las garras de algún tipo de dependencia, un riesgo con múltiples aristas. "Se ha estudiado mucho y sabemos que hay varios factores influyentes. Hay muchas evidencias, por ejemplo, de que si en la niñez sufres experiencias de abuso, de gran estrés o trauma tu riesgo de adicción aumenta enormemente. Y eso ocurre porque esas experiencias adversas producen cambios físicos y funcionales en el cerebro". Cuando ese tipo de experiencias ocurren en la infancia, en un momento en el que cerebro se está formando, la vulnerabilidad es mayor, subraya la psiquiatra, que la semana pasada participó en el Congreso de Patología Dual que se celebró en Mallorca.
En ese sentido, Volkow recuerda que otro factor que también concede una mayor vulnerabilidad a las adicciones es la coexistencia de otros trastornos psiquiátricos, como la depresión o la psicosis, situaciones "que te hacen más vulnerable a la experimentación con las drogas". En este riesgo también hay un claro componente genético, "que determina cómo se forma tu cerebro y cómo respondes al medio ambiente". Pero también es fundamental la disponibilidad de las sustancias, el acceso al objeto de la adicción, subraya. "Si no hay drogas que consumir, toda tu vulnerabilidad genética y tu desarrollo no importan, no vas a ser un adicto".
En un artículo reciente hablaba del concepto de preadicción y de la necesidad de actuar antes de que la persona toque fondo. ¿Cuál sería ese momento? Nos basamos en el concepto de prediabetes, que permite al médico iniciar una intervención cuando detecta ciertos niveles de glucosa en sangre. Estas intervenciones van destinadas a que el paciente se dé cuenta de que tiene que cambiar sus conductas porque si no lo hace va a acabar teniendo una enfermedad. Es un estado en el que el paciente tiene una vulnerabilidad, se encuentra en una transición entre una fisiología normal y una enfermedad, la diabetes, que tiene unas consecuencias muy negativas. Creemos que lo mismo puede plantearse con la prea dicción, un estado donde la persona es vulnerable a hacer la transición al proceso adictivo. El problema es que algunas personas creen que esto puede ser muy estigmatizante y que el diagnóstico de preadicción puede afectar negativamente a la persona. Idealmente no debería haber ninguna estigmatización por la adicción y aún menos por la preadicción, pero desgraciadamente, incluso en el siglo XXI, esa no es la realidad en que vivimos. Se sigue estigmatizando muchísimo a las personas con adicciones.C reció en la casa donde fue asesinado Trotski, que ahora es un museo. ¿Ha sido una figura muy presente para usted a lo largo de su vida? Definitivamente me marcó, tanto a mí como a todas mis hermanas. Es muy complejo tener una historia donde tu bisabuelo ha sido asesinado y tu familia perseguida. Nos ha llegado la tragedia que ha vivido tanto la familia de mi padre como la de mi madre, exiliada por la Guerra Civil española. Esa pelea por la igualdad, por la libertad, por tener acceso a oportunidades, por tratar de ayudar la hemos sentido. Trotski significaba la representación de alguien que puso toda su vida para hacer una sociedad más igualitaria entre los hombres y esa fue una enseñanza que tuvimos desde niñas, la obligación de seguir ese camino, de tratar de ayudar a otros en base a nuestras capacidades.¿Esa responsabilidad es una de las razones que están detrás de la orientación de su carrera profesional?
Esa responsabilidad claramente me dio la intensidad de la motivación, pero siempre he sentido un gran interés por entender cómo funciona el cerebro humano y poder usar esa información para mejorar las condiciones de las personas que sufren de trastornos psiquiátricos y adicciones, algo que sucedió en mi familia. Las gentes con adicciones son las gentes más vulnerables, las más estigmatizadas en el sistema médico. Y ese elemento también juega un papel muy importante porque las injusticias son algo a lo que siempre he sido muy sensible, siempre he querido hacer lo posible para contrarrestar cualquier injusticia.¿Cree que en el futuro habrá una cura para las adicciones?Hace dos años hubiera dicho que no, que no se podía hablar de cura sino de tratamientos, porque las adicciones son una enfermedad crónica que, como la mayor parte de los cánceres o la hipertensión, requieren un tratamiento a largo plazo. Pero conforme vamos entendiendo cómo funciona el cerebro y vamos desarrollando tecnologías, creo que la respuesta debe ser otra. Por ejemplo, ya hay formas de neuromodulación que permiten activar o inhibir un área del cerebro sin cirugía. Actualmente existen tratamientos para el temblor que permiten realizar una ablación muy selectiva, desde el exterior, de la parte del cerebro que causa este temblor, lo que permite eliminarlo. Creo que a medida que tengamos tecnologías más avanzadas entenderemos mejor cómo optimizar la estimulación de ciertas áreas y podremos ver finalmente la posibilidad de una cura. Existen casos donde por los efectos de un traumatismo en la cabeza o una hemorragia, algunas personas se han curado de sus adicciones. Varios científicos están intentando entender qué fue lo que hizo la lesión, dónde se produjo exactamente el traumatismo para producir esa curación. Si entendemos esto y podemos replicarlo sin tener que dañar una zona del cerebro o modificar la personalidad del individuo, lo que no es aceptable bajo ninguna condición, podríamos curar las adicciones. Y eso sería extraordinario. Fte: El mundo
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