Comorbilidades complejas

Publicado el 17 de junio de 2025, 9:39

1. Definición y ejemplos de comorbilidades complejas en adicciones

En el ámbito de la salud mental, se denomina comorbilidad a la presencia simultánea de dos o más trastornos en un mismo individuo. En el caso de las adicciones, las comorbilidades psiquiátricas son extremadamente comunes, al punto que muchos autores afirman que representan más la norma que la excepción. Cuando un trastorno por uso de sustancias coexiste con otro trastorno mental, se habla de diagnóstico dual o trastornos concurrentes.

Las comorbilidades más frecuentes incluyen los trastornos del estado de ánimo (como la depresión mayor o el trastorno bipolar), los trastornos de ansiedad (incluyendo el trastorno de estrés postraumático), trastornos de personalidad (especialmente límite y antisocial), así como trastornos psicóticos, trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) y trastornos del neurodesarrollo. La coexistencia de estos cuadros con el uso de sustancias genera un perfil clínico de mayor severidad, más recaídas, menos adherencia al tratamiento y un pronóstico más reservado.

2. Desafíos que presentan estas comorbilidades en la evaluación clínica

Uno de los principales retos en la evaluación de pacientes con adicciones y comorbilidades es diferenciar qué síntomas pertenecen a cada trastorno y cómo interactúan entre sí. Por ejemplo, el consumo de alcohol o cocaína puede generar síntomas depresivos o ansiosos, dificultando la distinción entre un trastorno primario y uno inducido por sustancias. Del mismo modo, muchos pacientes utilizan drogas como forma de automedicación para síntomas psiquiátricos subyacentes, lo cual complica aún más la cronología del cuadro.

Esta ambigüedad hace que una sola entrevista no sea suficiente para establecer diagnósticos confiables. Se requieren evaluaciones repetidas a lo largo del tiempo, particularmente después de un período de abstinencia. Además, la fragmentación del sistema de salud muchas veces impide un abordaje coordinado: los servicios de salud mental pueden no aceptar pacientes con consumo activo de sustancias, y los programas de adicciones pueden no estar preparados para tratar trastornos psiquiátricos graves.

3. Trampas comunes en la evaluación de adicciones

Los errores diagnósticos en este contexto son frecuentes. Una trampa común es el “diagnostic overshadowing”, donde todos los síntomas del paciente son atribuidos al consumo de sustancias, y se ignora un posible trastorno mental concurrente. En otros casos, ocurre lo contrario: se diagnostica un trastorno psiquiátrico sin tener en cuenta los efectos del uso de sustancias o la abstinencia.

Otro sesgo clínico importante es el sesgo de confirmación, donde el evaluador interpreta selectivamente los datos para confirmar su hipótesis inicial. Por ejemplo, algunos clínicos pueden asumir que si una persona se “tranquiliza” con cocaína, tiene TDAH, sin considerar otras explicaciones ni utilizar criterios diagnósticos rigurosos.

También es frecuente la dependencia excesiva del autoinforme del paciente, sin corroborar la información con registros previos, familiares o pruebas objetivas. Esto puede llevar a diagnósticos erróneos o incompletos, especialmente si el paciente no está en condiciones de dar una versión clara o confiable de su historia clínica. En muchos entornos, además, no se utilizan escalas validadas, entrevistas estructuradas ni exámenes toxicológicos adecuados.

4. Recomendaciones basadas en evidencia para mejorar la evaluación

Para una evaluación eficaz en presencia de comorbilidades, se recomienda un enfoque multidimensional, estructurado y colaborativo. Las mejores prácticas incluyen:

  • Uso de entrevistas clínicas estructuradas y escalas de detección validadas.

  • Evaluaciones sucesivas tras un período de abstinencia inicial.

  • Recolección de datos colaterales (familiares, informes médicos previos).

  • Pruebas toxicológicas y exámenes médicos complementarios.

  • Evaluación integral de factores psicosociales (trauma, redes de apoyo, vivienda, etc.).

  • Intervención por equipos interdisciplinarios (psiquiatras, psicólogos, trabajadores sociales, médicos de adicciones).

  • Tratamiento integrado y simultáneo de la adicción y la patología psiquiátrica.

Este enfoque no solo mejora la precisión diagnóstica, sino que también permite diseñar planes terapéuticos más efectivos y personalizados. Una evaluación rigurosa reduce el riesgo de estigmatizar o subdiagnosticar al paciente, lo que puede tener consecuencias graves para su evolución clínica.


Referencias

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Hegner, R. E. (1998). Dual Diagnosis: Drugs, Alcohol and Mental Illness. Policy & Practice of Public Human Services, 56(2), 26–31.

Quello, S. B., Brady, K. T., & Sonne, S. C. (2005). Mood disorders and substance use disorder: A complex comorbidity. Science & Practice Perspectives, 3(1), 13–21.

Regier, D. A., Farmer, M. E., Rae, D. S., Locke, B. Z., Keith, S. J., Judd, L. L., & Goodwin, F. K. (1990). Comorbidity of mental disorders with alcohol and other drug abuse. JAMA, 264(19), 2511–2518.

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